Friday, September 01, 2006

PRESENTACION DE LA NOVELA “AL FIN DEL MUNDO ME IRE” DE AVELINO STANLEY

Sobieski De León


“Al fin del mundo me iré”






Las obras de Avelino Stanley, del escritor dominicano Avelino Stanley, son hermosas, cuidadas en la forma y trabajadas en el fondo. Además, poseen una prosa atractiva, un contenido interesante y de fácil lectura, que despiertan el interés de todo tipo de lectores.

AL FIN DEL MUNDO ME IRE, la última novela de este autor que hoy nos honramos en presentar, es una novela histórica que sigue la ruta de otro texto del mismo género (“Tiempo Muerto”), que ya había catapulteado a su autor al olimpo de los escritores auténticos. Avelino Stanley, es un escritor auténtico que tomó desde sus inicios escripturales el oficio de escritor, no como hobby, sino como disciplina y como responsabilidad frente a la sociedad de su época.
Sus obras contribuyen al enriquecimiento de la cultura del lector, y es que la literatura en este creador, es otra forma de existencia.

¿Es que la literatura sirve para algo?, preguntamos un día al escritor sanjuanero Guillermo Piña Contreras.
-“!Para educar!”, fue su respuesta automática, impensada, a quemarropa, mortal.
Desde este ángulo, la responsabilidad de la literatura es grande y comprometedora. En última instancia en ella se debate la creación de una nueva sociedad, y por tanto, de seres humanos nuevos en el mejor sentido de la palabra.

AL FIN DEL MUNDO ME IRE, es una novela provocadora, polémica y documentada, concebida por su autor en capítulos tal como hiciera con su hermana gemela “Tiempo Muerto”. Son 51 capítulos concatenados en forma lineal sin que se pierda un sólo instante la trama y presentados al lector en dos planos: En uno, Don Cristóbal Colón, ese mismo Almirante de la Mar Oceana que todos conoce mos los días 12 de octubre de cada año en nuestras escuelas primarias, y que la Iglesia le celebrara sus 500 años hace ya catorce, con una fe renovada y una intensión nueva más cerca de lo humano.

En el otro plano, equilibrando todo el peso de culpabilidad de la confesión que en la novela hace el marino genovés, aparece uno de nuestros cinco caciques nativos: Guacanagarix, del cacicazgo del Marién, con su canasta de amor para el Descubridor.

La historia entra al grano. Sin ambages.. Irrumpe violentamente en la conciencia del lector, a la consideración del lector, provocando un estado de intranquilidad, de dudas, de actitud contestataria, a veces de rabia, porque el autor nos provoca y nos estruja en la cara una tesis que defiende desde la primera hasta la última página de su novela. Tiene la crueldad de ir colocando como pedacitos de sal en una herida, “citas” de los clásicos cronistas de Indias: Gonzalo Fernández de Oviedo, Bartolomé de las Casas, Pedro Mártir de Anglería, Fray Ramón Pané, del mismísimo “Diario” de Cristóbal Colón, y del autor de una obra que tal vez le inspiró
el tema de su novela: Juan Manzano Manzano, autor de “Colón y Su Secreto, El descubrimiento”.

AL FIN DEL MUNDO ME IRE, novela histórica, sostiene que Cristóbal Colón, no descubrió el “nuevo mundo” el 12 de octubre de 1492, ni a nuestra isla, llamada entonces Haití, que en taíno significa “tierra alta”, montañosa, el 5 de diciembre de aquel mismo año. Sostiene que el “descubridor de América”, estuvo en nuestra isla doce años antes, en 1481, cuando el Almirante era tan sólo capitán de embarcaciones al servicio de la Casa Comercial de los Di Pietro, en Génova, Italia.

Guacanagarix, quedó tan “prendido”de este hombre (¡Colón, había desembarcado por el cacicazgo de Marién!), que se enamoró perdida, apasionadamente de él, aunque su amor nunca fue correspondido. Hace descansar sobre este hecho, las “actuaciones entreguistas del cacique” al momento del descubrimiento de América de forma “oficial”, sosteniendo que no fue un “traidor”como lo registró la Historia 500 años después, sino que hizo todo lo que hizo “por amor”, porque ya “se conocían”.

Aunque para sus súbditos estos hombres eran mas bien “seres venidos del cielo”, Guacanagarix, no lo ve entonces como un “dios”, sino como un simple mortal, y como simple mortal que era el mismo Guacanagarix, se enamora de Colón “a primera vista”. –“!Es lindo!!Es precioso!”, exclama arrobado el Guacanagarix de Avelino Stanley, frente a un Cristóbal Colón, bajado a tierra desde su embarcación.

El autor crea un Guacanagarix, concupiscente, perversamente sexualizado, y coloca junto a él, a una taína igualmente perversa y tolerante: Ainaicua, su mujer.

El creador de AL FIN DEL MUNDO ME IRE, es un homo-eroticus; la sensualidad es un ropaje que el escritor lleva a cuesta y que no prescinde de él ni siquiera para dormir. Es un amuleto que carga consigo, un cemí por medio del cual hablan sus dioses interiores. En esta nueva novela se deleita a profusión navegando en las aguas profundas de la mar oceana del erotismo. Es una constante en todo el texto.

Pero demuestra al mismo tiempo que es un escritor con dominio del oficio, y que posee imaginación propia de un buen escritor. No cabe dudas: El reino de Avelino Stanley, es el de la ficción convertida en realidad. ¿No era realidad acaso, la ficción de los taínos sobre Yaya, Yayael, la calabaza de donde salieron los mares y los hombres de nuestra isla, la cueva Cacibajagua, o Cacibayagua, sus dioses, cemíes, ciguapas, sus mujeres asexuadas que nuestros pájaros “inriri” o carpinteros horadaron un día entre las piernas para hacerle su codiciado sexo? ¿No es ficción
hecha realidad la historia del actual Dios de nuestra civilización, que hizo el mundo en seis días, y al séptimo descansó, porque quedó completamente agotado de tal creación? Y cuando hizo al Hombre, ¿no tomó barro común, corriente, vulgar tierra, y construyó un muñeco al que luego le insufló espíritu, tal como construyó una estatua del Descubridor, no en barro sino en oro, el mejor artesano del cacicazgo por orden de su cacique, en un acto de amor?

Cuando hizo la Mujer, el trabajo de Dios, estoy seguro, fue mucho más fácil; simplemente tomó un muñeco más hermoso, le abrió las piernas, y metiendo su prodigioso dedo entre ellas, horadó como un pájaro carpintero taíno dejando inaugurado el agujero más exquisito de la humanidad.

Avelino Stanley, es el dios creador de AL FIN DEL MUNDO ME IRE. Es indudable que en la obra hay una sostenida pasión por parte de éste y que ha orquestado con citas documentales sueltas, una tesis que como maestro de orfebrería ha trabajado con seductora “logicidad” en el mar Tenebroso de la ficción.

Es, que ha aprendido el arte de contar, de decir las cosas con un dominio de diálogos cortos, precisos, oportunos, sin rebuscamiento, todos ellos, sostenidos por una prosa ágil que envuelve a la menor oportunidad, en un ropaje de poética elocuencia y sensualidad.

En esta novela se aprenden detalles interesantes previos al descubrimiento de América, intereses de potencias de la época como España, Portugal, Italia, y menos de Inglaterra y Francia; conocemos de las ambiciones personales y el alma mezquina de un genio de la navegación mundial, un personaje histórico real, como lo fue Cristóbal Colón; su interior, queda al desnudo en una extraña “confesión” que nos hace “500 años después”, gracias a las investigaciones del novelista.

Pero también resulta interesante, que el autor de AL FIN DEL MUNDO ME IRE, nos recuerda en su novela una de las causas fundamentales del Descubrimiento y Conquista del Nuveo Mundo, a saber: “…la conversión en cristianos de todos los salvajes que hayan en esa tierra…” (Página, 158)

Cuando Cristóbal Colón o Guacanagarix, hablan, la voz de Avelino Stanley, no se siente por ningún lado; es el mismísimo Almirante, o el mismísimo Cacique de Marién, quienes nos hablan. Esta “magia”, lograda sólo por escritores consagrados, se pierde momentáneamente en el capítulo 18: La Divinidad del Amor y El Infierno del Sufrimiento, en donde el autor “toma partido”; se siente por primera vez en la novela, que no es Guacanagarix, quien nos habla, sino
Avelino Stanley; entonces, se desprende una especie de atmósfera machista de nuestra sociedad, toda una enseñanza machista; ese anacronismo de tener relegadas a los pies de los hombres, a las mujeres; toda esa historia contada a través de los siglos por los mismos hombres, historia que nos ha penetrado y calcomido hasta la médula de los huesos, donde la mujer no puede sobresalir so pena de ser vituperada, ridiculizada, desautorizada.

La novela es intensa, abunda en datos y temas de un vivo interés colectivo, cultural e histórico, incita y provoca a seguir. Pero hay que resumir en un acto de presentación como éste, so pena de lucir ridículo y absorbente, sobre todo, cuando la noche no es nuestra sino de Avelino Stanley, y su novela AL FIN DEL MUN-DO ME IRE.

En conclusión, nuestra impresión es que, el autor se muestra y demuestra, que es un gran contador de historia; que en este texto, ficción y realidad, van de las manos de tal forma, que confluyen en una única materia indisoluble; esto imposibilita al lector saber cuando se pasa de lo ficticio a lo real documentado, o viceversa; hay dominio de los “personajes”, que el autor maneja con trazos precisos, para insertarlos de inmediato en la aventura misma de la historia, que es la protagonista principal de la novela.

Aún cuando Cristóbal Colón y Guacanagarix, se alternan en 51 capítulos para contar sus historias “desde su particular punto de vista”, la aventura de aquella embarcación, de aquella “nao” con sus ventiseis tripulantes a bordo, y los nativos de aquellas tierras nuevas con sus paisajes paradisíacos y sus costumbres particulares, son los verdaderos protagonistas de la novela: AL FIN DEL MUNDO ME IRE.

Dos pensamientos mueven toda la esencia de la novela, que aunque “pensados” en dos cabezas distintas, tienen una única realidad: La pasión, esa sustancia que vive en el centro de nuestro cerebro ¿o del corazón?:


“…El amor, es el único sentimiento por el cual los seres humanos deben entregarlo todo, AUNQUE LE CUESTE LA VIDA…”

Guacanagarix, pág. 184

“Viviendo en Porto Santo, me fue creciendo la atracción por el gran misterio del temido Océano Atlántico, una boca de lobos rechazada hasta por los más avezados marineros…Yo sentía la tentación de que hacia el otro lado de esas tinieblas había algo que me llamaba. Algún día, me decía para mis adentros, me internaré en esa ruta. Ese rumbo podría ser el límite final del mundo. Sin embargo, yo estaba decidido y me respondía: Pues entonces, AL FIN DEL MUNDO ME IRE”

Cristóbal Colón, pág.21


Salón Anacaona, Hotel Areíto
San Juan de la Maguana,
Sábado, 26, agosto, 2006
Sobieski de León

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