Por: Dr. Sobieski de León
San Juan de la Maguana, R.D
Era un pobre diablo atrapado en su múltiple miseria. Hacia la función de mecánico apretando y flojando tuercas; ampliamente conocido, era uno de los “bazuqueros” de la Mariano Objio con el 16 de Agosto. Allí hay un tronco con sabor rancio, a vida amarga. Unos despojos, que a veces duermen de DIA lo que no pueden de noche. Allí hay una bizarra solidaridad de tragos y de intenciones. A veces, miembros de “familias honorables” van a compartir la desgracia colectiva de aquella esquina frustrada, herida de vida y muerte. Antiguos profesores con meritos, degradados ya por el alcohol, al mismo nivel de los “bazuqueros”...
Toda la desgracia del mundo parecía estar concentrada en aquella esquina. Pobres “bazuqueros”.
...compro su chata de “Don Rhon” para el sueño de esa noche. Olía a descuido con abundantes barbas descuidadas. Muchas, ya estaban teñidas de plata. De una plata sucia como él. Lucía el rostro sereno. Pero era una serenidad alcoholizada. Frente al mostrador de la pulpería, agachaba la cabeza como si quisiera esconderse de alguien. Pidió su ron. Arañando los pesos necesarios en sus bolsillos reparó que había alguien más frente al mostrador, exactamente a su lado, respirando su miserable condición etílica. Con el vaho de su voz le pidió perdón como si estuviera cometiendo alguna ofensa a los demás. Era su forma de saludar a una persona importante”.
El otro hombre fue quien se avergonzó. Aquella noche estaba triste. Hacia mucho que no se ponía triste. Todo el DIA lo había pasado triste. Parecía como si se hubiese convocado todas las tristezas anclando en él. Espiritualmente se sentía mal. Mucho más miserable que aquel bazuquero indefenso que le había pedido ayuda de un modo desesperado. Casi infantil. “Ayúdenme, que no quiero beber más”. Estaba harto de beber alcohol y no podía o no sabía como parar. Tenía años en ese juego consigo mismo. Si tan sólo pudiera dejar de beber por diez días, por quince, hasta que llegaran las fiestas patronales.
No podía dormir. No dormía nada. Si no tomaba, entonces le venían muchas cosas malas a su mente. Creía en Dios, pero venía el Diablo Cosas feas venían a molestarlo. Fantasmas, pájaros feos y horribles. Sus noches eran intranquilas, desesperadas. Si pudiera descansar algo, hasta las patronales de San Juan.
¿Por qué no duermo? Preguntó al otro hombre del mostrador. No sabía que era el insomnio de los alcohólicos.
-Déje de beber alcohol y dormirá tranquilo
-Es que no duermo entonces, paso una, dos, cuatro, cinco noches sin dormir.
-A la sexta noche dormirá, verá que dormirá.
Dejar de beber era su mayor problema. Amanecía en vilo. “Con los ojazos en claro”. Amanecía con las manos temblorosas. Con todo el cuerpo temblándole como la hoja de un árbol estremecida por el viento. Ni siquiera podía coger el alicate entre los dedos. Pobre hombre. Hablaba sin parar. Sin pensar. Sin hilvanar temas o palabras. Fue cuando hizo la alusión que no venía al caso. Algo que también le preocupaba en sus adentros. Como si existiera alguna mujer que pudiera soportar aquella cosa hedionda frente al mostrador. Se miró la bragueta del pantalón y el que le estaba escuchando comprendió. Tampoco podía hacer nada con ninguna mujer.
Comenzó a recordar. A sacar de su memoria echa trizas, nombres que habían crecido con él. Todos estos “nombres” eran nombres muertos. Cadáveres que el río se llevo. Ríos de alcohol. Burbujeantes riachuelos de cerveza. Río San Juan, el Donao, Tenguerengue, Mijo, Yaque del Sur, cadáveres acuáticos embriagados por basuras, por desechos, por los mismos tóxicos de la doliente humanidad.
-“No quiero morir como “Vitico”. Cuando dijo “Vitico”, el otro sintió todo el cariño del mundo en sus labios. –“Ni como los otros”. Y mencionó uno, dos tres, muchos otros...
Aquel que estaba sirviendo de paño de lagrima, conoció a “Vitico”. Jugó con él y estuvo enamorado de una de sus hermanas. Ensayos tiernos de amor. Cuando se hacía “la raya y el ron” y se metían las bolitas de vidrio de colores dentro del “ron” y se elegía democráticamente tirando el “bon” a la “raya” para ver quien le tiraba primero a las “bolas”, ni “Vitico” ni nadie podía ganarle a aquel futuro confesor laico. Después, “Vitico” decidió meter su vida en otro “Ron”. Se metió tan profundo que sin darse cuenta se le fue el aliento vital.
“Tu papá, bebía con nosotros cuando trabajaba en el Ayuntamiento. Nosotros vendíamos nuestros salarios para beber. El nos acompañaba. ¿No me crees? Y tu hermano, es tan borrachón como yo; el bebe todos los días”. A tres pasos de la misma esquina, bajo el almendro del negocio, el “hermano” con un pote de “Brugal” y sus amigos muertos de risa, burlándose del bazuquero.
Claro que le creía al bazuquero. A un hombre así, destruido en su vida y sin esperanzas, hay que creerle. Que lastima que no pudiera ayudar al bazuquero. Quien sabe si algún DIA. Nuestro hermanos se están cayendo a pedazos en medio de sus sueños rotos por el alcohol. Otros, con sus sueños rotos en el espanto de la realidad aún transitan con su rota esperanza. Esperanza al fin.
Un inmenso agujero negro nos atrae. A los unos. Y a los otros.
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