Un cuento de: Mercedes Castillo
(Leído en la “Tertulia El Patio Del Doctor”)
“! Tengo frío. No sé dónde estoy. Ay, ay, ay. Quiero pararme de aquí!...
Grito con la misma fuerza con que me muevo y no puedo levantarme. No veo. Las luces no me dejan. Pero todo se va aclarando en esta habitación. Miro mis brazos amarrados con correas. Aquí todo luce muy iluminado, pintado de blanco y con muchas luces;
enfrente observo un zafacón del que sale un pedazo de trapo ensangrentado; estoy asustada; cerca de mí una vitrina y una bandeja con tijeras y cuchillas de diferentes tamaño; me gustaría hablar pero no puedo, mi lengua pesa como los galones en los que cargo agua.
De repente mi vista choca con dos figuras vestidas de blanco que conversan en tono bajo: un médico y una enfermera. El abanico hace mucho ruido. Suena como las abejas de la mata de pomarrosa que está a orilla del río. Quizás pueda escuchar lo que hablan.
Empiezo a oír un poco. ¿Qué será lo que dicen?¿Será de mí? Oigo que comentan sobre un virus. Ella pregunta: ¿cómo pudo contagiarse esa niña, doctor?
El doctor se quita los guantes y los tiras con rabia al lavamanos; uno cae al suelo. ¿Qué será un virus? ¿cómo me contagié? Voy a preguntarle a mi papá cuando venga; el doctor se agacha, recoge el guante y se lava las manos; repentinamente se dirige a la enfermera y enfoca sus ojos fijamente en ella como si fuera culpable
de algo.
-¡Hay que imponer la pena de muerte!, le dice indignado y completa la frase en toda su crueldad: Su papá violó a esa criatura, la embarazó y la contagió.
-¡Dios mío, yo mato a quien le haga algo así a mi hija, yo mato a un desgraciado así, y que Dios me perdone, respondió la enfermera.
_Mi amiga, no se puede hacer nada, sería más difícil
-¿Cómo que no se puede hacer nada?, ese caso hay que llevárselo a la magistrado Marisol Tobal la de niños, niñas y adolescentes de la Procuraduría
-Ay enfermera vamos a hacer lo mejor para ellos, enviarlos al Hospital Padre Billini, ahí le darán asistencia psicológica y los ayudarán con los retrovirales
-Doctor, me muero de impotencia, dijo la acompañante del galeno
-Yo también, completó él
-un padre hacerle eso a su hija; arremetió de nuevo la norsa; me dan ganas de ponerle un inyección para que muera de una vez esa rata; aquí no hay leyes que acaben con los violadores.
Con la cara como quien ha metido la pata y poniendo un dedo en su boca en señal de silencio, conminó al doctor a callar.
-Parece que a la niña se le está pasando la anestesia, observó.¿Habrá escuchado?
…Dejé de posar mis ojos en la pareja vestida de blanco. Toqué la puerta del miedo y él mismo contestó; dos lágrimas bajaron de mis ojos rodando por mis mejillas; ya no era yo; algo se apoderaba de mí y sé que era el mismo miedo. Un escalofrío penetró por mi cuello para luego regarse en todo mi cuerpo; se erizó mi piel y empecé a temblar; todo daba vuelta; el techo se venía abajo, sentía que me iba no sé dónde y a mis ojos desorbitados, girando en el espacio; mi boca reseca no se estaba quieta; así no podía pedir ayuda.
…siento mucho dolor de cabeza, me duele la barriga y hasta mi popolita…
…pero más me duele lo que el doctor quiere hacerle a mi papá.
Quiere matarlo. ¿Con quién me quedaría yo?¿Quién cuidaría a mi hermanito y a mí?...auxilio, auxilio, no sé de mí; por favor, ayúdenme…
No sé que ha pasado. Alguien dice: “Mi hija, no llores”, insiste que si me duele algo, que no llore más, que me pondrá un calmante. El miedo vuelve. “No, no, ustedes quieren matarme, y a mi papá también”. Las palabras de la enfermera son dulces como la de una madre:
-“No mi cielo, eso no es verdad”. Piensa que la anestesia le ha hecho ese efecto. “Tómate esta pastillita”.
-“Nooo, yo lo que quiero es ver a mi papá y a mi hermanito…
-¿Tú tienes un hermanito? ¿Dónde está?
-Mi hermanito tiene que estar aquí, mi papá me trajo aquí porque
iba a tener un hermanito; ya no vamos a estar solos, ya voy a tener
con quien jugar; dígame dónde está, búsquemelo…
…Volví a estar fuera de mí, después desperté en unos brazos que
me sostenían y luego unas manos me limpiaban.
-¿Cómo te sientes?, dijo una voz. Volví a llorar; la persona dueña de la voz me repetía que no llorara, que estaba delicadita, que el parto había sido difícil…
Pregunté de nuevo por mi papá y mi hermanito.
Con la dulzura acostumbrada la mujer me ayudó a sentar con grandes esfuerzos; pasó sus manos por mi cabeza y luego me peinó.
-Oye mi reina el niño murió, él no era tu hermanito, era tu hijo; fue un parto de alto riesgo, él no pudo resistir y murió. Tuvo que seguir consolándola: Nosotros no queremos hacerte daño, ni a ti ni a tu papá…
…mi sábana se había manchado y hubo que cambiarla.
-Haz estado sangrando mucho, dijo la enfermera, y a seguida:¿don de vives?
-En la Loma del Chivo, contestó la paciente; vivimos solitos, nadie nos visita desde que mi mamá murió de esa enfermedad que dicen ustedes que tengo; ella se puso chiquitica y flaca; los ojos se les querían salir; desde que la dejamos en el cementerio nadie volvió a hablarnos, mucho menos a visitarnos; sólo la comadre Casiana nos llevaba café y comida; en el barrio y en la cañada empezaron a murmurar que ella iba a ser mi nueva mamá; que mi papá era muy malo, que mi mamá se había muerto por él.
…Casiana también se iba poniendo flaca como un carrao, se puso como verde, bien fea y lo mismo que mi mamá se quedó chiquita.
…yo sé leer y escribir; estaba en la escuela, tengo mi uniforme; me gustaba ir aunque los demás me hacían bromas pesadas y no deseaban ser mis amiguitos ni jugar conmigo; por eso yo quería tener un hermanito para jugar con él; una hablanchina le dijo a mi papá que los muchachos me voceaban “sidosa” en la escuela, y la Casiana, no quería que yo fuera para que la ayudara a vender verdura en la calle.
…ahora mi papá no me deja ir a las clases porque no le come pen-
dejadas a nadie; me dice que no necesito a nadie sólo a él, que para
qué clases, que él no sabe leer ni escribir y está vivo. La Casiana se
murió el otro año y desde la noche de su entierro mi papá me cuida
más, y sólo porque me dan muchas pesadillas es que dormimos jun-
tos. ¡Papá si me quiere!
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